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Los antibióticos se usan para tratar las infecciones bacterianas, pero, poco a poco, las bacterias van «aprendiendo» a defenderse de estos fármacos, lo que hace que pierdan su efectividad. Es lo que se conoce como resistencia a los antibióticos. En este artículo te explicamos qué es y qué puedes hacer para reducir su impacto.
Los antibióticos son sustancias químicas usadas en el tratamiento de infecciones causadas por bacterias porque las mata o impiden su crecimiento. El primer antibiótico auténtico, la penicilina, fue descubierto por Alexander Fleming en 1928. Desde entonces, los antibióticos han salvado muchas vidas, pero también han ido perdiendo su eficacia porque las bacterias van mutando y se hacen cada vez más resistentes. Se trata de un proceso natural llamado resistencia a los antibióticos.
Aunque la mutación bacteriana ocurre de manera espontánea, el uso excesivo de antibióticos en personas y animales —especialmente tomar antibióticos cuando no es el tratamiento correcto— ha acelerado este proceso hasta el punto de que se ha convertido en una cuestión de salud pública. De hecho, la OMS considera que, en la actualidad, la resistencia a los antibióticos es una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo.
Un creciente número de infecciones (neumonía, tuberculosis, septicemia, gonorrea o enfermedades de transmisión alimentaria) es cada vez más difícil de tratar debido a que los antibióticos pierden su eficacia, lo que supone estancias hospitalarias más largas, incremento de los costos médicos y aumento de la mortalidad. De acuerdo con el Banco Mundial, los costos globales por mortalidad temprana atribuible a la resistencia a los antibióticos representarán entre el 1,2 % y el 4,1 % del PIB mundial en el año 2030.
Si crees que este tema no va contigo porque eres poco amigo de usar antibióticos, te tenemos una mala noticia: son las bacterias, como organismos vivos, las que se hacen resistentes a los antibióticos, no las personas o los animales. Eso quiere decir que, aunque tú nunca hayas tomado un determinado antibiótico, igual su efecto se verá reducido si contraes una infección causada por una bacteria que ya se ha vuelto resistente.
Pero no todo está perdido: tú puedes hacer mucho para contener la propagación de la resistencia a los antibióticos. Aquí tienes algunas recomendaciones que pueden salvar vidas:
Los antibióticos deben ser prescritos únicamente para tratar infecciones bacterianas confirmadas y no infecciones virales, como el resfriado común, goteo de la nariz, gripa, la mayoría de los tipos de tos, algunas infecciones del oído, entre otras. Si tomas un antibiótico cuando tienes una infección viral, el antibiótico atacará a las bacterias de tu cuerpo que son útiles y que no causan enfermedades.
No debes dejar de tomar un antibiótico tan pronto como te sientes mejor. Si no haces el tratamiento completo como se te ha recetado, es posible que tengas que volver a iniciarlo más adelante. También puede contribuir a que las bacterias dañinas se hagan más resistentes a los antibióticos.
Ni tomes los que les han sobrado a otros.
No tomes leche cruda, lávate las manos antes y después de cocinar o comer, y cocina los alimentos por completo.
Además, este hábito contribuye a la prevención de más de 200 enfermedades
Para evitar infecciones bacterianas.
Si, además, vas a viajar, averigua antes qué vacunas necesitas. Recuerda que prevenir siempre será mejor que curar porque CUIDARTE ES QUERERTE.
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